Megan llegó de su clase de patinaje artístico,
terminó de alimentar a sus arañas, y se acostó. Había tenido un día agotador en el trabajo. Prendió la televisión y
puso MTV: le gustaba dormirse esperando a que apareciera el bobo de Drake con
su nueva canción. A las tres de la mañana, cuando ya estaba dormida, el
teléfono sonó y se levantó de un tirón. Su interlocutor, un hombre de voz
ronca.
–¿Estoy hablando con Pájaro Azul?
–¿Estoy hablando con Pájaro Azul?
–Sí.
–Necesitamos
que venga a la Casa Blanca. Hay una bomba.
–Voy
para ahí.
–Apúrese,
no tenemos demasiado tiempo.
Megan y su maletín de herramientas |
Saltó
de la cama y se puso su equipo. Cuando terminó de tomar el licuado de huevo y
banana que su mucama había preparado, escuchó la voz de Drake
desde el cuarto. ¡Ah! Su nueva canción, tan pegadiza.
Bajó
al garage, subió al auto y salió disparada. Manejaba a 110 kilómetros por hora
mientras escuchaba la canción de Drake en la radio a través de su conexión bluetooth. De repente, la
música se interrumpió por una llamada. Megan antendió.
–Hola,
bobo.
Josh Nichols |
–Megan,
necesito que vengas a buscarme a Rox Pub.
–No
puedo. Estoy yendo al hospital, tengo una operación de urgencia.
–Megan, por favor. Juro que cocino toda la semana… y compro los
ingredientes. Estoy tan borracho en este momento que ni siquiera puedo inventar
una excusa mejor para que vengas a buscarme.
–Josh,
bastante alterada está mi vida por tenerte aquí en Washington. Tus problemas con la bebida ya son mis problemas, y no puedo seguir siendo tu madre. Tengo un trabajo que cumplir. Toma un taxi y
nos vemos en casa. En mi casa.
Cortó el teléfono y se puso a pensar qué debía hacer con su hermano. Lo irónico era que, aunque le dijera
que estaba cansada de ser su madre todo el tiempo, no podía parar de hacerlo.
Además, se sintió culpable porque su hermano borracho se iba a topar con un
balde de salsa Tabasco dispuesto cuidadosamente para caer en su cabeza al
entrar al cuarto de huéspedes.
Estacionó
su auto en la puerta. Abrió el baúl y, cuando agarró su maletín, se le pegó un chicle en la mano. ¡Ah, Drake y Josh! Siempre vengándose con las
bromas más infantiles. Sacó la pistola congeladora de su maletín y despegó el
chicle de sus dedos.
Un
hombre rubio la recibió en la puerta de la Casa Blanca.
–Es
un placer conocerla. Me han hablado muy bien de su trabajo y me cae muy bien
su padre. Es el único meteorólogo que no se equivoca con su pronóstico.
–¿Dónde
está la bomba?
–En
en el cuarto de Michelle, la Primera Dama.
–¿Por
qué no dijo, entonces, en el cuarto del Presidente Obama?
–¡No!
Siempre meto la pata.
–No
se preocupe. Guardaré el secreto.
Un
equipo de doce hombres vestidos de negro subió la escalera siguiéndola. Al
fondo a la izquierda, el cuarto de Michelle Obama. Seguro tendría un vestidor
increíble.
Le
indicaron que la bomba estaba adentro del espejo del baño. En el cristal,
escrito con lapiz de labios, “Basta de mentirle al mundo, maldito afroamericano con un
nombre parecido al mío. Estoy más vivo que tu mujer hasta dentro de un rato.”
Cuando
abrió el espejo del baño, vio una pequeña cantidad de explosivos que no podrían
volar más que una pequeña habitación. Le llamó la atención que el inexperto
terrorista no hubiera querido matar también al Presidente. Inexperto porque había dejado al
descubierto el cable violeta que conectaba el eje de giro con el panel central, dejando que la desactivación de la bomba fuera pan comido. Solo había que ralentizar la cuenta regresiva aplicando nitrógeno líquido sobre
el contador, cortar el cable rojo para interceptarlo con el azul, y resolver
veinticinco ecuaciones que le permitirían tener más seguridad sobre si debía
cortar o no el cable violeta. Hasta el bobo de Drake podría haber planeado mejor ese atentado, pensó.
Drake Parker |
Cuando terminó de desactivar la bomba, miró
por la ventana y el frente de la casa estaba lleno de periodistas. Tomó su
transmisor y llamó a la agencia.
–Aquí Pájaro Azul. Necesito una extracción.
–Está
bien. Aguarde unos segundos.
Su doble identidad se vio
amenazada en los diez segundos más desesperantes de su vida. Si los periodistas
la veían, la gente sabría que tenía una personalidad oculta, y eso la
trasnformaría en el loco Steve. ¿Qué diría su madre de su peligroso trabajo?
Solo pensar en las posibles reacciones la angustiaba. Por suerte, su
interlocutor volvió a la línea.
–Tiene que bajar al sótano y
presionar la nariz del busto de Martin Luther King. Cuando lo haga, se abrirá
un túnel detrás del retrato de Hoover. Como verá, todos los presidentes que no se
lucieron con su gestión están en el sótano.
–Pero Martin Luther King…
–El túnel la llevará a la cocina
de un Mcdonald’s. En el trayecto, encontrará el uniforme del restaurante para
disfrazarse. No queremos levantar sospechas, de verdad debe parecer una
empleada de Mcdonald’s, así que no olvide actuar como retardada mental. Afuera
la estará esperando un auto que la llevará directamente a su casa.
–Copiado, dígale al chofer que
tenemos que pasar por Rox Pub.
A las horas, luego de salvar al
país de un atentado, se encontró pidiendo ayuda a un montón de adolescentes
para cargar a su hermano borracho en el auto. Ya andando, sin pedir permiso al
chofer, sintonizó la radio que emitía el audio del informativo del Canal 7. Su
padre anunció que el día estaría cálido, por lo que planeó salir a patinar.
Walter Nichols |
Acomodó a Josh en el sofá con la
ayuda del chofer (luego se ocuparía del balde) y se fue a dormir. Al día
siguiente, se despertó con los insoportables gritos de su hermano.
–Megan, ¿cómo llegué ayer de noche?
–En un taxi.
–Pero… Tengo una especie de vago
recuerdo de que fuiste a buscarme.
–Nunca lo haría.
–Eres la peor hermana del mundo.
Querido Manolito, lo bueno de tu blog es que siempre me recuerda a mi feliz infancia. Aguante Multimedia.
ResponderEliminarqué buena imaginación <3
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